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PEN America considera que el acoso en internet es una amenaza seria a la libertad de expresión.

Durante años, los ataques en línea fueron minimizados y considerados como un tipo de violencia menos real o menos dañina que el acoso “en el mundo real”. Las empresas de redes sociales y el público en general han comenzado a enfrentar este tema de manera seria tras esfuerzos y presiones constantes por parte de aquellas personas que lo enfrentan cotidianamente: mujeres, LGBT+, personas discriminadas por raza, etnia, religión, discapacidad o que se identifican con otros grupos vulnerables y bajo amenaza. Ahora existe un reconocimiento creciente sobre cómo las agresiones en línea pueden afectar la libertad de expresión, el sustento, la salud física y mental de quienes lo enfrentan. También queda claro que la intimidación en línea puede extenderse fuera del ciberespacio, especialmente para quienes reciben amenazas específicas y directas de violencia sexual, física o de muerte, y cuyos datos personales son publicados sin su conocimiento, en lo que se conoce como doxing o doxeo.

Como una organización integrada por escritores, PEN America está particularmente preocupada por las formas en que la violencia en línea afecta el trabajo de quienes producen contenidos. Nuestra encuesta de 2017 aplicada a más de 230 periodistas y escritores en Estados Unidos encontró que 67 por ciento de las personas encuestadas experimentaron una reacción severa al ser blanco de acoso en línea, incluyendo dejar de publicar su propio trabajo, borrar permanentemente sus cuentas en redes sociales y experimentar sentimientos de miedo por su seguridad y la de sus seres queridos. Es decir, quienes encaran este tipo de embates suelen terminar autocensurándose y sus voces son silenciadas.

Así, el acoso en internet lastima el libre flujo de información al desalentar la participación en la deliberación pública. Cuando las personas en esta situación dejan de hablar o escribir sobre temas específicos debido al miedo a represalias, todas las demás perdemos también. Las agresiones no sólo se dan por lo que escriben o publican, sino simplemente por pertenecer abiertamente a un grupo determinado. Aún más preocupante es que el problema se agrava cuando se involucra alguno de los temas más complejos, controversiales y apremiantes de nuestras sociedades: políticos, de raza, de religión, de género, de normas sociales o sobre derechos de grupos vulnerables.

Diversas investigaciones han mostrado que personas discriminadas por raza –en particular afrodescendientes e indígenas–, mujeres y LGBT+ son quienes padecen con mayor frecuencia formas más severas de crueldad en internet que acaban afectando sus vidas y provocando angustia mental y emocional. Por ejemplo, quienes experimentan de manera más directa los efectos de las redadas contra inmigrantes podrían titubear al momento de hablar de ello en internet, donde gran parte del debate público tiene lugar actualmente. Esta es una restricción inaceptable. Nadie debería tener que enfrentar amenazas de muerte, la publicación de su domicilio o una avalancha de lenguaje feroz tan sólo para poder formar parte de la deliberación en internet. Debemos crear y mantener espacios en línea accesibles para todas las voces. Las estructuras democráticas dependen de una discusión pública robusta y sana en donde puedan participar cada persona que así lo desee.

La frontera entre el acoso y un debate apasionado pero legítimo a veces es difícil de establecer. Los parámetros del tipo de lenguaje y comentarios que se pueden publicar en redes sociales se ven limitados por las empresas, que implementan sus propias políticas y normas comunitarias. Estas reglas sirven al propósito legítimo de convertir los foros de discusión en espacios abiertos que den la bienvenida a todas las personas, previniendo amenazas, doxing y otras formas de interacción nociva que pudiera extinguir un diálogo genuino. Como una organización que promueve la libertad de expresión, PEN America es escéptica respecto a la exigencia de que las empresas de tecnología y redes sociales sean quienes tengan la principal responsabilidad de vigilar y controlar lo que dicen los y las usuarias; el papel de estas plataformas en la deliberación pública es tan amplio que esto podría tener consecuencias negativas, como que algunos puntos de vista sean rechazados o silenciados. Hay situaciones en las cuales las opiniones políticas, las creencias religiosas y las ideas sobre la vida en sociedad se expresan de una manera muy ofensiva o hiriente para determinadas personas, pero que no es comparable al nivel de intensidad que debe ser prohibido o eliminado. Combatir el acoso mientras se mantiene una enérgica protección a la libertad de expresión, incluso si llega a ofender a algunas personas, es una tarea que requiere análisis, buen juicio y la colaboración e interacción con una variedad de actores.

El Manual contra el acoso en línea de PEN America fue creado con la idea de auxiliar a escritores y periodistas a navegar los espacios en internet tal y como existen ahora, no como nos gustaría idealmente que fueran. Brinda a quienes lo necesiten recursos, herramientas y consejos que ayudarán a responder de forma segura y efectiva ante incidentes, agresiones y discurso de odio en internet; espera, también, alentarles a permanecer en línea, seguir alzando la voz y no dejar de crear ni de escribir. El Manual proporciona información exhaustiva sobre cómo mejorar la ciberseguridad, establecer comunidades de apoyo en línea, confrontar el hostigamiento y practicar el autocuidado durante episodios severos de acoso. Además, presenta mejores prácticas para personas aliadas de escritoras y periodistas, así como para las organizaciones que les emplean. Te invitamos a que explores todo lo que el Manual ofrece, y a compartir ampliamente esta información con tus redes profesionales.

El Manual es tan sólo un primer paso. Nosotros y muchas otras personas tenemos un papel que desempeñar en la defensa de una internet libre de acoso.

Las compañías de tecnología detrás de las redes sociales deben mejorar sus prácticas respecto a las provocaciones, persecuciones y otro tipo de excesos en línea. Esto incluye la reconceptualización de procedimientos para revisar casos de presunto acoso, creando penalidades apropiadas para las personas infractoras, siendo más transparentes respecto a sus procesos internos y ofreciendo la posibilidad de apelación a quienes han sido sancionadas. Especialmente Facebook y Twitter, con fondos prácticamente ilimitados, tendrían que dedicar recursos significativos en entrenar y contratar personas –no sólo depender de sistemas operados por inteligencia artificial– para detectar y revisar comportamientos asediadores o francamente violentos. Estos esfuerzos deberían acompañarse de iniciativas para hacer más diversos los liderazgos de las empresas de tecnología. Traer a la mesa las ideas y perspectivas de personas que entiendan lo que significa vivir la discriminación en carne propia y el ensañamiento continuo contra ellas puede contribuir a diseñar mecanismos a seguir para responder a esos problemas, construir las herramientas adecuadas para sus usuarios y redactar las políticas que deben desarrollar.

Las personas que emplean y editan a escritores y periodistas –incluyendo las redacciones de medios, casas editoriales y publicaciones digitales– pueden hacer más en su favor creando políticas y procedimientos que respalden, tanto a las personas empleadas como a las independientes, cuando enfrenten episodios de acoso en línea. Muchos editores literarios piden que las y los autores con quienes trabajan mantengan presencia en internet para construir sus audiencias y promover sus libros. Acompañando a este requerimiento debería venir asistencia adicional en caso de que ocurra ataques en línea.

La sociedad civil debería priorizar la existencia de medidas de protección para enfrentar el acoso en línea. Es una preocupación urgente en materia de libertad de expresión, y es un problema que puede causar un daño profundo y duradero a la salud mental y física. Se requiere involucrar a las empresas de tecnología y redes sociales; promover la investigación que lleve a un mejor entendimiento del fenómeno, e identificar mecanismos para proteger a las víctimas y para desincentivar a los acosadores potenciales.

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PEN America agradece el apoyo de las siguientes organizaciones:

The New York Community Trust
The Authors Guild
Asian American Journalists Association
Lambda Literary
Kundiman
Canto Mundo
Writers Guild East
Dramatists Guild of America
National Association of Black Journalists
News Guild of New York